Después de un fin de semana en el que se tocó mucho ese famoso tema " la sociedad de hoy" quería compartirles este fragmento...
[…]
- Pero disponemos de muchas horas libres.
- Horas libres, sí. ¿Pero tiempo para pensar? Cuando no conducen a ciento cincuenta kilómetros por hora, y entonces no se puede pensar en otra cosa que en el peligro, se entretienen con algún juego, o en una sala donde no es posible discutir con el televisor de cuatro paredes. ¿Por qué? El televisor es real. Es algo inmediato, tiene dimensiones. Le dice a uno lo que debe pensar, y de un modo contundente. Ha de tener razón. Parece tener razón. Lo arrastra a uno con tanta rapidez a sus propias conclusiones que no hay tiempo de protestar,
- Pero disponemos de muchas horas libres.
- Horas libres, sí. ¿Pero tiempo para pensar? Cuando no conducen a ciento cincuenta kilómetros por hora, y entonces no se puede pensar en otra cosa que en el peligro, se entretienen con algún juego, o en una sala donde no es posible discutir con el televisor de cuatro paredes. ¿Por qué? El televisor es real. Es algo inmediato, tiene dimensiones. Le dice a uno lo que debe pensar, y de un modo contundente. Ha de tener razón. Parece tener razón. Lo arrastra a uno con tanta rapidez a sus propias conclusiones que no hay tiempo de protestar,
o decir “¡Qué tontería!”
- Sólo la “familia” es “gente”
- ¿Cómo dice?
- Mi mujer dice que los libros no son “reales”.
- Gracias a Dios. Uno puede cerrarlos, decir “Espérate aquí un momento”. Uno se siente Dios con los libros. ¿Pero quién ha escapado a esas garras que se apoderan de uno en el mismo instante en que se enciende la televisión? Le dan a uno la forma que quieren.
- Sólo la “familia” es “gente”
- ¿Cómo dice?
- Mi mujer dice que los libros no son “reales”.
- Gracias a Dios. Uno puede cerrarlos, decir “Espérate aquí un momento”. Uno se siente Dios con los libros. ¿Pero quién ha escapado a esas garras que se apoderan de uno en el mismo instante en que se enciende la televisión? Le dan a uno la forma que quieren.
Capitulo II, El tamiz y la arena. Fahrenheit 451. Ray Bradbury